Si en el fenómeno mismo de la voz hay ya un drama, no es necesario ilustrar el drama. Si cantar es un gesto, solo es necesario ponerlo en relación con el espacio y el movimiento. Si la música expresa ya toda la emoción del drama, basta con hacer visible aquello que gesta la música: una psiquis en una voz, una voz en un cuerpo, un cuerpo en un espacio, un espacio en un tiempo.
¿Qué buscamos? El alma humana atravesada (habitada) por la música. Hemos optado por acentuar la naturaleza mágica de La flauta mágica, donde los planos fantásticos, cómicos y filosóficos se desarrollan simultáneamente, ubicándola en esa zona misteriosa del ser humano que es el "sueño". La materia que compone la obra es el sueño y la historia se desarrolla allí donde los rostros se presentan casi imperceptibles, los gestos casi intangibles (con la paradoja de que en los sueños uno no escucha voces y en la ópera lo más definido y concreto es la voz). En la travesía de los personajes de La flauta mágica sucede como en los sueños, hay una transformación del ser, una transfiguración.