La Cenerentola

Cuando se escucha esta ópera de Rossini es difícil no asociar a ella las imágenes del cuento de hadas que la inspira.  Las imágenes de La cenicienta son imágenes que nuestra infancia construyó al escuchar por primera  vez el cuento y que más tarde fueron patentadas en la memoria cultural de occidente por las primeras  ilustraciones que vimos impresas en un libro infantil. Finalmente las imágenes de Disney le dieron, en el siglo veinte, una forma definitiva y fatal a la representación del cuento.
 
El libreto de esta ópera se inspira directamente del cuento de hadas escrito por Charles Perrault quien, al parecer, retoma a su vez la idea de otro cuento de origen chino. La cenerentola transgrede a La cenicienta y propone una variación de género en todos los sentidos. La cenicienta no es moral en el sentido moderno del término, Cenerentola sí lo es. Bufa y seria a la vez, La cenerentola, o El triunfo de la bondad, se inscribe en un mundo de valores culturales masculinos.
 
Mapa Teatro propone una Cenicienta radicalmente contemporánea: radical porque su lectura del cuento de hadas se convierte, esta vez, en la lectura de una realidad injusta y despiadada, atravesada por el derrumbe de los sueños. Ocupando un escenario urbano, vaciado de fantasía pero lleno de figuras e íconos de nuestra cultura popular, no se verán hadas, ni bailes en palacios, ni príncipes azules que buscan un pie que calzar. Un mundo grotesco sustituirá esta vez el secreto de la magia. La telenovela, el reality show, ocupan ahora el lugar del cuento de hadas.
 
 
“Incluida la Cenicienta concebida como una mujer que al transformarse en hermosa y apetecible retoma un peligroso parecido a la belleza prefabricada de las reinas de belleza, ninguno, aparecen como grandes señores, sino como personajes ridículos y hasta cierto punto trágicos, que representan ese ascenso fácil, ese arribismo desenfrenado que hemos heredado de la cultura del narcotráfico, en donde lo importante es el éxito económico fácil, vertiginoso, parecido solo a la facilidad y rapidez con que los realities vuelven famosos a personas sin mérito alguno […] No descarto que la puesta en escena de los Abderhalden no sea provocadora, como corresponde a las óperas bufas, y que no vaya a conmocionar a muchos colombianos, imbuidos en esta exaltación de los símbolos patrios en que andamos, por cuenta de un exceso en la utilización de la palabra Patria.
Y si ese es el caso, pues bienvenida la controversia!, que bastante nos hace falta en medio de tanto unanimismo informativo y de tantos realities que se inventan ídolos de barro. Este tipo de puestas en escena, por lo provocadoras, son un buen indicativo de que la cultura goza de una salud bastante aceptable.”
María Jimena Duzán, El Tiempo 6 de septiembre 2004.
 

 

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